Miguel Saravia
SELECCIÓN
TEMAS:
01 - Mujer y amiga
02 - Si Buenos Aires no fuera asi
03 - Coplas de olvido
04 - Bagualero soy
05 - Zamba desvelada
06 - Cafetín de Buenos Aires
07 - Chacarera del 55
08 - La arrepentida
09 - Serenata para la tierra de uno
10 - De mis pagos
11 - El cosechero
12 - Canto a la Telesita
13 - Solitario
14 - Sueño de barrilete
Cantor y compositor, nacido en San Luis el 30 de marzo de 1943, poseedor de un estilo de interpretación muy característico y que quedó para siempre en la memoria del cancionero popular. Autor, entre muchos otros temas, de “Tierra salteña” que escaló a la fama de la mano de un estilo personal que trascendió su inicial folclorismo tradicional para incursionar en un estilo que estuvo signado por influencias tan variadas como la de Vinicius de Moraes, Astor Piazzolla, el “Mono” Villegas o Joao Gilberto.
A 1os veintidós años debutó como intérprete en el “Club 676” al lado de Astor Piazzola. Allí llega por don Luis Vehil y ese sitio le abre puertas que otros habían cerrado detrás de él cuando le empezaron a ver como el abominable ‘desertor” del folclorismo tradicional. Ese reducto se caracterizó por la presencia de evolucionadas expresiones musicales. De esa época es el primer LP (larga duración) : “El Personal estilo” y también sus primeras incursiones por los café-concert. Él mismo abre uno en Villa Gesell. Pasa por el de Hernán Figueroa Reyes en Olivos y actúa junto a Susana Rinaldi y Rodolfo Mederos en “Jardi” y “Nuestro Tiempo”. Con “Juanita Soledad” gana el primer premio del Festival de la Canción Argentina. Sin hacer concesiones al folklore del grito y la impostación, ya es un triunfador.
En 1966 se embarcó en el “Cabo San Vicente”, y da vuelta toda América Latina. Primero por el Pacífico, tocó México, Antillas y retornó el Atlántico.
Salteño, folclorista argentino, maestro de la pausa y el punteo oportuno de las cuerdas. Sus canciones están llenas de sorpresas para el oído que se deja llevar por su particular cadencia. El estilo personal de Miguel Saravia prometía la tapa en cartón de sus long play. Y cumplía este tipo de voz justa y entera en grabaciones prolijas llenas de lugares intrigantes, es que Saravia como intérprete es altamente juguetón. Algún acorde de blues sorprende intercalando estrofas. Pero su logro más grande, según lo veo yo, es la creación de un estilo basado en una cadencia poco común para la época y la música folclórica en si misma.
Mucho se debatió el folklore cómo iba a progresar hacia el futuro con el bajo (que le sienta tan bien) y la guitarra eléctrica. Cuando quizás ese cambio se venía desde otro lado, más esencial en cuanto a elementos básicos de la música: el compás y el tono, que Saravia mezcla magistralmente con natural condición. A mis oídos no ha llegado una música similar a la de Saravia que se diga de suelo argentino.
Es en verdad un estilo personal, es un diferente. Parece haber una pulsión del jazz en su guitarra y lento de andar de Bossa Nova. Saravia, su bien restricto al género llamado de folklore nacional (tan pobre definición que hasta excluye al tango como parte, del que también Saravia hace uso en esencia y en la mejor versión de Nostalgias, el famoso tango de Cadicamo por mi oída) se hace cargo de introducir sin molestia alguna diferentes tiempos a la canción del interior argentino.
Miguel Saravia es una esponja que filtra muy pero muy bien la explosión mental y musical que fueron los 60. No sólo su poesía simple y misteriosa nos atrapa, como intérprete es particular, temeré en una burbuja junto con su canción, la respiración de la cadencia inaudita de su voz.
Fallece en Buenos Aires el 25 de mayo de 1989, a los cuarenta y seis años, víctima de un cáncer pulmonar, dejando esposa, un hijo varón, 14 long-play y una cantidad de amigos que cosechó desde su calidez, simpatía y afectuosidad.
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