Buenos Aires 8
SELECCIÓN
TEMAS:
01 Guarden La Luna
02 El Choclo
03 Pal Ñato
04 Vidala para dormir a un chango pobre
05 Escondido
06 Rio De Manzanares
07 Danza de la moza donosa
08 Junto al fogón
09 Quien te amaba ya se va
10 Quejas de Bandoneón
11 Huella
12 La Diablera
13 Adiós Nonino
14 Milonga del Ángel
15 La viña nueva
16 Yaraví
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Buenos Aires 8 fue un destacado grupo vocal de tango y música folklórica de Argentina creado en Buenos Aires en 1968. La revista alemana Twen los consideró como "el mejor conjunto vocal popular del mundo".
Los arreglos y la dirección estaban a cargo de Horacio Corral. A lo largo de su historia los integrantes fueron Chichita Fanelli (soprano), Lidia Tolaba (soprano), Ani Grunwald (soprano), Magdalena León (soprano), Analía Lovato (mezzosoprano), Clara Steinberg (contralto), Laura Hatton (mezzosoprano), Miguel Odiard (tenor), César Tolaba (tenor), Pablo Skrt (tenor) , Florencio Morales (tenor), Horacio Corral (barítono y contrabajo) y Fernando Llosa (bajo).
Con arreglos vocales de temas originalmente instrumentales, lograron una notable calidad en sus interpretaciones de música popular argentina. Su álbum Buenos Aires Hora 8, dedicado íntegramente a la obra de Astor Piazzolla, ha sido considerado uno de los mejores álbumes de la historia de la música de Argentina. El propio Astor Piazzolla, al escucharlo, escribió en 1970:
"Estas impresiones sobre Buenos Aires 8 las doy por la única razón de que son realmente notables. Nuestra música ciudadana comienza una nueva etapa sonora. Esta es la mejor manera de jerarquizar el tango. Con CALIDAD. Esto prevalecerá".
La historia de Buenos Aires 8 se inscribe en la historia, más amplia, del país. Nace al calor de los transformadores y optimistas años 60, que en lo musical buscaron, entre otras cosas, la integración de lo popular con lo clásico. Fueron también los tiempos de la multiplicación de los grupos vocales, que ensayaban diferentes búsquedas. En Argentina el Chango Farías Gómez con los Huanca Hua y desde Francia los Dobles Seis de París, influyeron en aquellos primeros integrantes del octeto que, muy jóvenes y casi todos de extracción popular, tenían, junto a una gran capacidad musical, pocos estudios formales de música. El primer LP de los Swingle Singers, a quienes se los suele tomar como sus inspiradores, llegó a manos de este octeto cuando ya tenían ensayadas un par de obras.
Su primer punto de encuentro fue un coro parroquial: el Lorenzo Perosi de Ituzaingó, que dirigía Jorge Fernández Ceballos. Y el primer lugar de ensayos y búsquedas, también en Ituzaingó, fue la casa de los hermanos César (el Negro) y Lidia Tolaba. Allí, en una alquimia que integraba el encuentro familiar, la guitarreada folclórica y la música coral, llega en 1961 Horacio Corral, quien con apenas 15 años de edad ya traía su primera experiencia musical de Lanús, con el grupo de twist The Blue Angels, en el cual, y sólo de oído, tocaba el piano. Ese mismo año el Negro y Horacio hacen su primer grupo musical juntos: Los Tahuan, cuarteto folclórico con algunos primeros arreglos basados en armonías no convencionales.
Pero la búsqueda era más ambiciosa. Continuando el período experimental (y ya superada la etapa “Tahuan”), se suman las voces de Lidia Tolaba, Miguel Ángel Odiard y Chichita Fanelli, también del Lorenzo Perosi. Al poco tiempo, desde el coro de Haedo que dirigía Eduardo Balzanelli, se agregan Fernando Llosa y Analía Lovato.
De a poco, entre el Negro y Horacio, fue tomando forma la idea de transcribir a voces las partituras de los grandes clásicos argentinos. También la certeza de que la formación ideal para este fin era la de 8 voces: 4 femeninas y 4 masculinas. Pero nadie parecía aún capacitado para esta tarea musical que finalmente asume Elsa Farrell, madre de Horacio Corral, que con sus conocimientos de música hizo las primeras y tentativas transcripciones para voces.
Los ensayos, cada vez más frecuentes y precisos, se desplazan entonces de Ituzaingó a Villa Lugano, a la casa de Horacio y Elsa, y poco después al barrio de Boedo. Allí, en un pequeño departamento y alrededor de un gran piano, termina de integrarse el grupo con la llegada de Clara Steinberg, mezzosoprano del Collegium Musicum, quedando definida su primera formación.
Pero aún faltaba un paso fundamental que implicaba la imprescindible autonomía del grupo. Era necesario que el rol de Doña Elsa fuera tomado por alguien del octeto, que decide en 1965 que su director y arreglador fuera Horacio, por considerarlo el más capacitado, quien comienza a estudiar y a perfeccionarse a gran velocidad, tanto en teoría, solfeo y armonía con Nora Bologna, como en la ejecución del contrabajo en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla. Es él quien hace los definitivos arreglos musicales y escribe sus partituras para 8 voces, contrabajo y percusión (ésta, a cargo de Fernando Llosa).
Fueron “los tiempos heroicos”, de acelerado proceso de ensayos y decisiones cada vez más audaces y maduras. Tiempos de ponerle algún nombre a las apuradas como Vocal Buenos Aires. A las primeras actuaciones entre amigos y con la creciente autoconfianza en su valor artístico, le sucede la grabación en los estudios Audión de una cinta con los 2 primeros temas (lo cual era, como todo lo demás, un gran esfuerzo económico) con el fin de iniciar la búsqueda de una compañía grabadora interesada, tarea que asumen el Negro y Horacio.
En 1966, y con el flamante director en plena “colimba”, firman contrato con la compañía grabadora Music Hall. Pero el entusiasmo inicial tuvo que esperar casi un año. En 1967 asume como director artístico del sello el músico José Carli, quien descubre, “cajoneado”, el material grabado por el octeto y el contrato. Músico refinado y a la vez hombre ejecutivo, José Carli supo ver el potencial que otros directivos no vieron y dio comienzo al proceso de grabación del primer Long Play, que llevaba a voces obras para piano de los grandes maestros de la música clásica nacional, entre ellos López Buchardo, Williams, Aguirre, Guastavino y Ginastera. En ese momento inaugural José (Pepe) Carli fue el padrino que el incipiente grupo necesitaba. No sólo impulsó su primer disco y sus primeras actuaciones, sino que (como todo buen padrino) les puso el nombre definitivo: Buenos Aires 8. Y así se llamó ese primer LP.
En el mismo año tienen su primera actuación en televisión en un programa de canal 11 conducido por el chileno Raúl Matas, a lo que sucede una invitación a participar en el festival coral de Santiago de Chile organizado por la Universidad de Chile. Ese primer viaje fue decisivo. Varios de los integrantes, incluyendo a Horacio, su director, eran menores de edad, por lo que fue necesario contar con los permisos paternos (no en todos los casos tan fáciles de conseguir…) Pero el grupo ya había decidido su propia mayoría de edad. Apostando al crecimiento y a futuros viajes, grabaciones y actuaciones, toman la decisión de profesionalizarse y poner en primer lugar las actividades del octeto. Fundando la modalidad que los acompañaría para siempre de discutir democráticamente cada paso a dar y de tomar las decisiones entre todos, deciden subordinar cada uno los trabajos y estudios preexistentes para asumir como prioridad la aventura de vivir de y para la música. También la de funcionar como una cooperativa donde todos ganaran lo mismo, en la convicción de que cada uno pondría lo mejor de sí. La edad promedio del grupo era en ese momento de 22 años y su único capital, su talento, su pasión y su disciplina.
En pleno proceso de grabación del primer Long Play, Lidia Tolaba, la contralto del grupo, se casa y viaja para radicarse en Francia. Es reemplazada por Ani Grunwald, del Collegium Musicum, quien terminará de grabar los temas restantes y permanecerá en Buenos Aires 8 por 7 años.
Ya editado en 1968 el primer Long Play y ya profesionalizados, comienza la carrera artística de Buenos Aires 8. También la comercial, porque era preciso vivir, algo que no parecía fácil teniendo en cuenta que el tipo de música elegida no era precisamente popular. Surge la necesidad de tener un representante que genere trabajo, y el primero sería la empresa Artea. Entre varios otros que ocuparon este lugar cabe destacar a Fernando Iborra, que representó a Buenos Aires 8 durante varios años hasta que este rol fue tomado por alguien del grupo: Fernando Llosa.
A golpes de talento y perseverancia van ingresando en diferentes medios, desde los muy populares, como el Festival de Cosquín, hasta los más exquisitos.
Rápidamente van generando un público propio y a la vez se van insertando en el rico ambiente musical de fines de los años 60, en el cual destacaba el genio único de Ástor Piazzolla. Fue el mismo Ástor quien, entusiasmado con la calidad y versatilidad del grupo, les entrega generosamente las partituras escritas para su quinteto a fin de que las adapten a voces.
Comienza así la preparación del segundo Long Play: Buenos Aires hora 8, quizás la etapa más vital y creativa del grupo. Horacio Corral, quien hizo todas las transcripciones, recuerda la “inmersión” en aquellas geniales partituras como su mayor aprendizaje.
Los ensayos eran cada vez más exigentes y a la vez ya se estaban adaptando al ritmo de las giras y las actuaciones, que habían cambiado el ámbito íntimo de bibliotecas y escuelas por el multitudinario de los teatros más importantes del país, desde Ushuaia hasta la quebrada de Humahuaca. Así el Ópera, el Regina, el Coliseo, el Astros y el Teatro General San Martín en Buenos Aires, el Argentino y el Auditorio de La Plata, el Círculo de Rosario, el Cóndor de Mendoza, el Municipal de Córdoba y los diferentes Teatros Nacionales y Provinciales de todas las provincias argentinas. Estas actuaciones se alternaban con frecuentes temporadas en los café concert de la época, que reunían elencos verdaderamente extraordinarios: Poncho Verde, 676, Nuestro tiempo, Caño 14, Michelangelo, El Viejo Almacén (reiteradas temporadas), Castello Vecchio, La Ciudad, El Sótano, fueron algunos de esos lugares nocturnos que reunían a los porteños que querían escuchar buena música y donde compartieron escenario con artistas de la talla de Piazzolla, Troilo, Goyeneche, Edmundo Rivero, Atilio Stampone, Leopoldo Federico, Miguel Ángel Estrella, Jaime Torres, Mercedes Sosa, Cacho Tirao, Rodolfo Mederos, Chabuca Granda y Lucho González y entre muchos otros. También tuvieron largas temporadas de verano en la costa argentina, en el Bel Motel y el Bar Legos de Villa Gesell junto al Grupo Vocal Argentino, Carlos Barocela y la venezolana Cecilia Todd, incluyendo una en el Enterprice de Mar del Plata. Merece mencionarse una temporada del verano porteño en el Gazpacho Concert, compartiendo escenario con Oscar Cardozo Ocampo y Galo García.
Así como los boliches y teatros eran el contacto con el público Argentino, las giras al extranjero fueron la apertura hacia nuevos y diferentes públicos. En 1971 son contratados por la televisión de Saarbrücken, Alemania Federal, donde son evaluados por la crítica como el mejor grupo vocal del momento. Luego vendrán viajes a México, Venezuela, Brasil, Uruguay, Paraguay. En toda Latinoamérica, en fin, se los valora y se los convoca.
En 1973 editan su 3er Long Play: Tangos Tradicionales, donde interpretan tangos de Mariano Mores, Horacio Salgán, Francisco De Caro, Juan Carlos Cobián, Angel Villoldo, Aníbal Troilo, Julián Plaza, Vicente Greco, Eduardo Arolas y Juan de Dios Filiberto, siempre con la técnica de la vocalización.
En este disco debuta como arreglador el Negro Tolaba (quien había avanzado en estudios de composición musical con Juan Carlos Cirigliano), con el arreglo del tango La Cachila. Poco después de esta grabación se produce el segundo cambio, entrando Magdalena León, mezzosoprano, también del Perosi, en reemplazo de Ani Grunwald.
Después de 3 períodos de profunda inmersión en el estudio de los clásicos argentinos, en Piazzolla y en los tangos tradicionales, y siempre vocalizando las partituras originalmente escritas para instrumentos, el grupo considera que ha cumplido una etapa y debe comenzar otra que dé lugar a la palabra cantada, con su carga de poesía y de sentido.
Corría el año 1976, y coincidentemente con la fecha del golpe militar se da el último cambio en la formación del octeto. Se va la mezzosoprano Analía Lovato y toma su lugar la mezzosoprano Laura Hatton con quien, en agosto de ese año, se comienza la grabación de La Última Palabra, que será también la última grabación de Buenos Aires 8. Los arreglos fueron esta vez de Horacio Corral (Para hacer un quipus, La diablera, Rio de Manzanares, Creciente abajo), Oscar Cardozo Ocampo (La última palabra) y el Negro Tolaba (P’al Ñato, Vidala para dormir un chango pobre, La Viña nueva, Quien te amaba ya se va y Guarden la luna).
Este último Long Play, que intentaba conciliar lo artísticamente deseado con lo políticamente posible, lleva una huella secreta de la censura: la letra del triunfo “Guarden la luna”, de Agüero y Ventilini, fue considerada “inaceptable” por el sello grabador y se condicionó el lanzamiento del disco a la exclusión de dicho tema. La solución elegida por Buenos Aires 8 fue un mensaje sutil: “Guarden la luna”, que ya estaba grabado, se editó con todo lo que era acompañamiento vocal e instrumental, dejando un vacío en el lugar de la letra.
Surge entonces un proyecto con uno de los más grandes poetas argentinos de aquel momento: Armando Tejada Gómez, quien compone una serie de bellos e intensos poemas reunidos en la cantata “América, la tempestad del siglo”, que dedicaba un tema a cada una de las insurrecciones populares de América, desde el ya casi mítico Tupac Amaru hasta los más emblemáticos levantamientos populares del siglo XX. Los zapatistas mexicanos, los sandinistas en Nicaragua, la Columna Prestes en Brasil, la gesta del 17 de octubre en Argentina, entre otros. En este trabajo Buenos Aires 8 también se hacía cargo por primera vez de la composición musical que convertiría a cada poema en una canción, utilizando los ritmos y formas musicales de cada región.
Pero los tiempos habían cambiado. Se vivía un clima enrarecido y de creciente peligro, tiempo de amenazas, de desapariciones y muertes. Ya casi terminados las composiciones y los arreglos, y en pleno período de ensayos, Tejada Gómez es amenazado de muerte y se va del país, dejando definitivamente trunco el proyecto.
Si los años 60 habían sido los de la audacia y la potencia, los 70 en cambio fueron los oscuros del terror de la dictadura. Buenos Aires 8 formó parte, entre otros muchos nombres, de una triste lista de artistas prohibidos llamada “Operativo Claridad”. En el caso de Buenos Aires 8 esta prohibición alcanzó a la difusión gráfica, radial y televisiva, esto significó que a partir del año 1977 fueron escuchados sólo por el pequeño sector social que podía acceder a un “boliche” o, en el mejor de los casos, acudir a uno de los escasos recitales, quedando vedado el conocimiento masivo que dan los medios de comunicación. Fueron los años de cantar con miedo y de subir al escenario mientras llegaban las noticias de amigos y artistas que iban desapareciendo.
n septiembre de 1980, volviendo de una actuación nocturna en El Chalchalero, muere en un accidente automovilístico César Tolaba, el querido Negro.
El dolor y desconcierto que causó su muerte fue muy grande y su lugar, no tanto desde lo vocal sino desde el rol que cumplió siempre en el octeto, fue irremplazable. El vacío dejado por esta muerte unido a la falta de demanda producida por la censura en los medios, habían producido un desgaste que no pudo ser revertido y los integrantes comienzan a buscar sus caminos individuales.
En 1983, siendo Fernando Llosa director artístico del café concert “El Ciudadano”, convoca nuevamente al grupo. Para ese entonces Miguel Angel Odiard había emigrado a Venezuela, y se invita al tenor Galo García para ocupar su lugar.
Así fué que con una formación de 7 integrantes se hizo una temporada en “El Ciudadano” y una última actuación en Obras.
Hubo un nuevo período de ensayos en 1989, con los tenores Florencio Morales y Pablo Skrt, ambos con sólida experiencia como cantantes, aunque esa nueva formación no llegó a presentarse en público.
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